Aunque Lasso se vista de seda, Lasso se queda
A penas el candidato Guillermo Lasso supo que pasaba con las justas a segunda vuelta, lanzó una catapulta de mensajes tolerantes, que invitaban al “Ecuador del Encuentro”. Todo fue un torbellino: entrevistas, mensajes de su equipo a toda activista que podían, disculpas y discursos inclusivos (porque también hay que escuchar a la “ideología de género”) ¡Ah! y la nueva pinta con los zapatos rojos.
Don Guille no solo quería verse cool, codearse con la moda, lucir menos acartonado, más cercano y ligero. Quería generar debate sobre su nueva mudada, los zapatos rojos y su símbolo cercano con el movimiento de mujeres. Terminó siendo así. El revés electoral que sufrió la derecha el 7 de febrero obligó a Lasso a tomar correctivos. La primera vuelta representó el peor rendimiento electoral para CREO en su corta existencia, menos que el 2013 y 2017. Subestimaron las causas populares, le apostaron al curuchupismo y la moralina política, se olvidaron de los derechos de la naturaleza, se olvidaron de nosotras.
Pero reflexionemos un poco sobre los zapatos rojos, que no son accesorio, son símbolo, una insignia poderosa y sensible. Los zapatos rojos, que por la artista Elina Chauvet se colocaron en coro uno tras otro hace 10 años, son el performance contra la impunidad. Cientos de zapatos rojos se han tomado las plazas desde entonces, para llorar la ausencia de las que no están. Los zapatos rojos para nosotras son un símbolo del arte y la memoria colectiva. Los zapatos rojos, como dijo en un desesperado video Xavier Lasso, no son un cliché de la moda para desviar la atención sobre el feriado bancario. No, señores Lasso, los zapatos rojos son emblema del rechazo a la violencia de género y de su consecuencia más extrema: el femicidio.
Mientras Lasso aparecía con zapatos rojos, todo fashion e inclusivo, mientras convencía a las feministas de regalarle unos votos, su esposa hizo un tweet lapidario y esclarecedor: Una imagen de unos zapatitos de lana para bebé de color rojo, con la frase: “protege la vida. Vota Lasso”.
Está claro y se siente en el aire. El discurso y oferta de diálogo del candidato es un acomodo a las meras circunstancias electorales, porque el 36% que votó por Yaku o por Hervas mandaron un mensaje contundente: el binarismo y el revanchismo no van más. Los ecuatorianos desde el 7 de marzo no somos los mismos, rompimos con la polarización. Los ecuatorianos somos de matices, no del blanco y negro. Ahora hay un electorado cautivo no que quiere ni a Lasso ni a Arauz, el voto de los activistas que sintonizan con las causas de los derechos humanos, del feminismo, de la defensa de la naturaleza y de los más jóvenes que quieren desacostumbrarse de la política tóxica que inculcó el correato.
Aunque Lasso se vista de seda Lasso se queda. Sin importar el consultor, jefe de campaña, el proyecto del candidato no transmite confianza, no comunica ni conecta porque no es auténtico. Ya quedó claro, usar los zapatos rojos fue un tiro al aire y el tweet de su esposa equivalió al manoseo de valiosos símbolos. El candidato oye pero no escucha, dice pero no entiende. El uso accesorio y superfluo de los zapatos rojos es producto de una campaña carente de cercanía ciudadana.
Los asesores de Lasso (los que quedaron) recién leyeron el contexto político ecuatoriano. Entendieron que la movilización de octubre del 2019, pese a que se coló el correísmo, fue una manifestación popular auténtica, no solo una agenda del movimiento indígena. ¿Habrán considerado que la política neoliberal de Lenin Moreno ha impactado directamente en la vida de los ciudadanos, de los 7 de cada 10 ecuatorianos desempleados o subempleados, los mismos que rechazan un programa económico de derecha? Ahora reconocen que la ecología, el feminismo, las comunidades LGBTI no promueven causas infantiles, como lo decretó el caudillo verdeflex.
La pinta buena onda de Lasso y sus accesorios zapatos rojos son solo eso, una pesca a río revuelto. Sí generó debate y controversias, pero más produjo claridades. Realmente a Lasso le tiene sin cuidado las causas de los movimientos sociales. No comprende aquellas luchas de las mujeres que buscan, por ejemplo, que casos como el Querubín nunca más se repitan. Así, los zapatos y los zapatitos rojos son un esfuerzo por agregarle edulcorante a su campaña, también colorante. Puede teñirse de verde, morado y hasta de rojo. A ver qué inventan los consultores para ganarse el favor de los ecologistas, después que Lasso dijera en el debate presidencial, que si se bajan los impuestos no nos vamos a desfinanciar porque el Estado debería recibir más rentas cuando se expanda sin discreción la frontera petrolera en la Amazonía. Lasso es un camaleón multicolor, pero Ecuador necesita una política de la sinceridad.
Mientras ese anhelo se concreta, nosotras nos preparamos para el 8 de marzo. Seguiremos parando hasta que el Estado y sociedad misma sea capaz de protegernos integralmente, a nuestras niñas, ancianas, a las que son madres y a las que no lo desean. Mientras tanto, los zapatos rojos estarán sin sus dueñas en las plazas perpetuamente. Deje no más en el armario los zapatos rojos, Don Guille, póngaselos con orgullo cuando haya compromisos reales que reconozcan nuestra autonomía y una vida sin violencias para nosotras.